* Crónica del héroe nicaragüense y de la confusa heroicidad de Juan Santamaría* En la otrora Ciudad de los Mangos siempre se manejó que quien había incendiado el Mesón fue un soldado de San Isidro Apataco, llamado Pedro Joaquín Rosales* Lo anterior no demerita el aporte que hizo el pueblo y gobierno costarricense de la época, determinante para lograr eliminar la amenaza del filibustero William Walker
Rafael Casanova Fuertes*
PRIMERA DE DOS ENTREGASMucho se ha hablado de las batallas que le han dado la categoría de tres veces heroica a la ciudad de Rivas. Aunque al momento de hacer referencia sólo se menciona a dos de estos acontecimientos: la del 29 de junio de 1855, y la del 11 de abril de 1856. La última batalla, que constituyó la derrota decisiva y definitiva de Walker, y que se dio entre el 27 de enero y 1 de mayo de 1857, es hasta ahora un hecho poco conocido y por tanto poco mencionado a pesar de las dimensiones que tuvo.
Las primeras batallas
Las primeras batallas
Pero las batallas de Rivas no fueron sólo las que conocemos a través de la enseñanza de los textos, como las susodichas, sino muchas más, desde antes de su existencia como ciudad. El 18 de abril de 1523, durante la expedición del conquistador Gil González Dávila, sus alrededores fueron escenario de un largo encuentro bélico entre fuerzas del jefe Nicaragua (no Nicarao) y las tropas de este expedicionario, que se retiraban del territorio tras haber combatido con las fuerzas de Diriangén el día anterior. Según el mismo González, las hostilidades se rompieron a las 11:00 a.m. y terminaron al anochecer, y temeroso, tuvo que retirarse aprovechando una tregua solicitada por los mismos indígenas (Vega Bolaños, 1954 pp. 98-99).No había pasado mucho tiempo cuando en 1524 un nuevo expedicionario, Francisco Hernández de Córdoba, emprendió la auténtica conquista del territorio a través de “sangrientas batallas cuyos pormenores --según Gámez-- no han llegado hasta nosotros” (Gámez, 1975 p. 113). Lo que evidente es que tras el paso de este señor las batallas y las matanzas fueron tan grandes, que no quedó vivo ninguno de los caciques mencionados en la anterior expedición de González, entre los que se pueden destacar Nicaragua y Diriangén. Sin embargo, el ambicioso hidalgo Hernández de Córdoba pronto encontró su castigo en manos de otro cruel y sanguinario conquistador, el célebre Pedrarias Dávila, quien lo ejecutó en junio de 1526.
La batalla para que el Valle fuera Villa
Hacia fines del siglo XVII, los habitantes de este territorio se enfrascarían en una nueva batalla que ya no era con armas, sino con recursos legales para que se les otorgara la calidad de Villa, en tanto ya el agrupamiento urbano que en esa época se denominó Valle de Nicaragua, llenaba los requisitos legales de la legislación colonial para ser considerado una Villa. La situación continuó hasta el siglo XVIII, y es aquí cuando la delegación de vecinos logró ganar la batalla para que se le otorgara el título, pero en Ciudad de Guatemala tuvieron que recurrir a una argucia tal, como fue la de incluir entre los nombres legales de la Villa el mismo apellido del capitán general Francisco Rodríguez de Rivas.De esta manera se otorgó el título de Villa de la Purísima Concepción de Nicaragua (éste era el nombre original) y de Rivas (agregado) el 29 de mayo de 1720. Lejos estaban de imaginar los vecinos dos cosas que habrían de acontecer posteriormente: 1. Que el susodicho capitán general Rodríguez de Rivas sería destituido de su cargo por actos de corrupción por las autoridades coloniales (Wortman, 1991 pp. 127-130); 2. Pero lo que nunca se imaginaron estos gestores del siglo XVIII es que el nombre original de Nicaragua vendría con el tiempo (segunda mitad del siglo XIX) a ser sustituido por el de Rivas, es decir, por el de un corrupto funcionario. Desde entonces, a los orgullosos nicaraguas, como era su gentilicio, se les empezó a llamar rivenses, es decir, cargando sobre sus hombros el nombre de un colonialista corrupto y no la justa y original denominación de un valiente cacique. Es decir, que sus fundadores ganaron la batalla del reconocimiento como Villa, pero perdieron la batalla del nombre correcto por uno corrupto.
Las batallas del periodo de la anarquía
La importancia económica y estratégica de Rivas la convirtió en escenario obligado de las confrontaciones que siguieron tras la independencia de 1821. Rivas fue el principal escenario de la guerra de Cerda y Argüello entre 1826 y 1829, pero principalmente de las guerras anárquicas de 1845 y 1849 que se dieron en toda Nicaragua. Las llamaron así porque fueron verdaderas luchas de clases entre grandes propietarios de tierras y comuneros indígenas y mestizos pobres, que batallaban entre otras cosas por preservar sus formas de propiedad comunal y ejidal usurpadas (unas) y codiciadas (otras) por los terratenientes.El desenlace de estos acontecimientos se dio en Rivas a partir de dos batallas: en la primera, el tres de junio de 1849, masas enardecidas de todos los pueblos circundantes atacaron la guarnición del gobierno, batalla que se prolongó hasta el 15 de junio, siendo tomado el cuartel por los rebeldes encabezados por el célebre general guerrillero Bernabé Somoza Martínez. Los rebeldes proclamaron el gobierno de los pueblos en Rivas; al movimiento se sumaron contingentes llegados de Xalteva, Masaya, Diriomo, Nandaime, etc., todos se concentraron en Rivas. La segunda batalla se dio cuando los alarmados círculos de poder de León y Granada depusieron momentáneamente sus diferencias para enfrentar a la facción de Rivas, tildada de “enemiga del orden y la propiedad”.Los ejércitos unidos de León y Granada, más de 1,000 hombres bien armados, encabezados por los caudillos Fruto Chamorro, de Granada, y Trinidad Muñoz, de León, marcharon contra Rivas, la cual ocuparon sin resistencia el nueve de julio. Somoza, quien tenía su cuartel en San Jorge, la había desocupado. Con todos sus contingentes reunidos, casi similares a los del enemigo, pero superados en recursos y reservas, decidieron atacar por separado a los coaligados, y el 14 de ese mes entraron por el sur, La Puebla, a las 2:00 p.m., para enfrentar al general Muñoz. Tras obtener un balance favorable en dos horas de combate, las fuerzas de Somoza se vieron afectadas por dos razones: la escuela militar de Muñoz, que les impuso una incómoda pelea, pero sobre todo fue la llegada de los refuerzos a Muñoz, quien se impuso finalmente sobre la facción rebelde. Esta batalla, que finalizó con la captura y muerte de Somoza y la ejecución de decenas de sus partidarios (Casanova, 1994 pp. 240-247), fue una de las más grandes del periodo anárquico, sólo superada por el sitio a León entre 1944-1945, en la llamada Guerra de Malespín.
Las batallas durante la Guerra Nacional
Estos hechos son más conocidos, y como lo mencionamos, dos de ellos pasaron a formar parte de la simbología heroica de dos países. Uno de estos hechos arribará en los próximos días a su 153 aniversario, es decir, la Batalla de Rivas del 29 de junio, en que se destacó el joven maestro Enmanuel Mongalo y Rubio, a quien le correspondió incendiar la casa de don Máximo Espinoza, y en donde estaban atrincherados los filibusteros dirigidos por el propio Walker. Un acontecimiento similar se dio al año siguiente, cuando los filibusteros, en la señalada fecha del 11 de abril, se enfrentaron de nuevo en Rivas con los hermanos costarricenses. Aquí se destacó, según las versiones, el héroe costarricense Juan Santamaría. Pero a nivel de los especialistas en este campo y de este tema, la acción de Santamaría es todavía objeto de controversias y confusiones.El origen de ello lo determinó el hecho de que a diferencia de Mongalo, de quien constan documentos originales sobre su existencia y su participación en los partes e informes oficiales inmediatos en los sucesos (Palma Martínez, 1956 p. 88), en la bien documentada participación costarricense de la época no se hace ninguna alusión ni al hecho ni al héroe.Quienes lo dieron a conocer y lo promovieron tras varias décadas de finalizada la guerra, fueron veteranos de la campaña y periodistas, lo que fue objeto de distintas polémicas y controversias en esa época. A pesar de todo, el Estado costarricense, basado en estas fuentes orales, lo proclamó Héroe Nacional, y como tal ha sido reconocido por la generalidad de los pueblos centroamericanos. Sin embargo, en la larga tradición oral de Rivas, desde antes que apareciera Santamaría, se manejó que quien había incendiado el Mesón de Guerra en la fecha señalada fue un soldado de San Isidro Apataco de Rivas, llamado Pedro Joaquín Rosales (Urtecho, 1968 p. 52), pero que además sobrevivió a la acción muchos años después.Esto se tornó más polémico cuando en Costa Rica se descubrió en un documento, que el único soldado que tuvo el nombre de Juan Santamaría no murió en la acción del Mesón, a como sostuvieron vehementemente los veteranos ticos, sino de “cólera morbus” en Liberia, Guanacaste, en el mismo año de 1856. Todos estos elementos de confusión no deben entrar en menoscabo del sustancial aporte que hizo el pueblo y gobierno costarricense de la época, que fue determinante para lograr eliminar la amenaza de Walker y su proyecto esclavista, aunque sí se deben hacer los debidos esfuerzos por aclarar objetivamente los hechos y darle su mérito -–si lo tuvo-- a personas que como Rosales han permanecido en el anonimato. No voy a referirme a la tercera batalla, que se dio entre enero y mayo de 1857, la más prolongada y decisiva de la Guerra Nacional, debido a que sobre ella dedicamos el año pasado un artículo muy amplio.
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