sábado, 11 de diciembre de 2010

Desde Rivas con Humor: Las sagas de Charreal y los Cuentos de Don Payo



Por Erick Aguirre

Decía el escritor francés Marcel Schwob que los historiadores y biógrafos suelen destacarse por ofrecernos resultados exiguos en lo que se refiere al contexto estrictamente personal de los “grandes” individuos. Y en efecto, los resultados de su trabajos suelen llenarnos de incertidumbre respecto a esa zona oscura, íntima, profunda o cotidiana de los seres o temas sobre los cuales se ocupan, y no hacen más que registrar, clasificar y revelar apenas algunos determinados momentos supeditados a las acciones generales por las cuales las vidas de esos individuos o esos acontecimientos, pasaron a ser célebres.

Como ya he señalado otras veces, esa “zona oscura” es ahora materia prima para novelistas, cuentistas y algunos biógrafos o historiadores heterodoxos empeñados en cuestionar las versiones siempre sospechosas de la llamada historia oficial. Se trata de un fenómeno que, en Hispanoamérica, principalmente desde mediados del siglo XX, ha sido objeto del trabajo contestatario de los escritores de ficción y los historiadores más heterodoxos, a quienes viene a sumarse ahora en Nicaragua el escritor e historiador Rafael Casanova Fuertes, con su hilarante y enriquecedora reconstrucción histórico-cultural de Rivas, que ha titulado “Desde Rivas con humor”.

Con cuentos como Ña Francisca Méndez y el Testamento de Judas, Ñor Agapito Chévez, La Pereira, El “Coto” Sánchez, La Pola sombrerona, o Almanzor y los caballos de fuerza, Casanova ha logrado su ferviente propósito de restaurar a la nuevas generaciones el derecho y el poder para acceder al conocimiento vívido de ese lado de la cotidianidad que, como él mismo dice, sin pretenderlo se insertó en la tradición para ser parte de la historia cultural de Rivas.

En su intento históricamente desmitificador, de alguna manera imaginativo o “ficcional”, Casanova se enfrenta en estos relatos a lo que Carlos Fuentes denomina “territorio de lo no escrito”, que siempre será, más allá de la abundancia o parquedad de la información histórica oficial, y aún de las versiones históricas alternativas, infinitamente superior a cualquier esfuerzo histórico oficial.

“Lo no dicho sobrepasa infinitamente a todo lo dicho o mal dicho en el discurso cotidiano de la información y la política”, dice Fuentes. Y en este caso, los cuentos “histórico-picarescos” de Casanova, no es que no digan o sólo sugieran, sino que dicen mucho por la forma en que lo cuentan, sobrepasando así a toda la retórica historicista y ampulosa de las efemérides provinciales, que como sabemos tiende a referir mucho, pero a decir poco. Además, en “Desde Rivas con humor” entendemos que se trata más bien de decir de otra manera lo que nunca ha dicho, o ha menospreciado, el segregacionismo referencial característico del historicismo oficial.

Muchos personajes que en la historia de la cultura oral y cotidiana de los rivenses permanecen mitificados y emblematizados gracias al afecto de la memoria colectiva, aunque no aparezcan en los discursos oficiales ni en los recordatorios solemnes de las efemérides rivenses, tienen su lugar de honor en este libro: La Chepa Meza, El “Coto” Sánchez, Socatrés, Justo Pastor Cortez, Los hijos de don Paco, Juvenal, Almanzor y Otoniel, entre tantos otros, son la materia prima viva con que Rafael ha recreado la vida cotidiana del siglo veinte en su departamento natal; “ese lado de nuestro entorno mayor: la Rivas que todos conocemos y que no debemos olvidar”.

Pero no se crea que el libro lo protagonizan solamente personajes “reales”, humanos de carne y hueso que vivieron, y algunos aún viven, en esa geografía provincial cercana al inmarcesible istmo que da nombre al departamento natal de Casanova, sino también otro tipo de “personajes” de alguna manera colectivos. El barrio La Puebla, por ejemplo, emblemático e inevitable para la historia de Rivas. En muchos de los cuentos, y en el conjunto de los relatos, vistos ya en perspectiva, como un todo, el barrio La Puebla adquiere las trazas de un personaje protagónico. Un barrio cuya población original estuvo compuesta por restos de comunidades indígenas diezmadas, así como por indios desarraigados de otras partes, mestizos, blancos pobres, mulatos y “toda la entremezcla proveniente del mundo colonial”.

A este barrio se debe --afirma Casanova-- el subtítulo de este libro: “Las sagas de Charreal”, un personaje del mismo barrio de La Puebla, un personaje con el que el autor estuvo vinculado desde los tiempos de las luchas políticas y sociales de los años 70, y que, “entre conversaciones y paladeo de tazas de cafés y abordando diversos temas”, le narró algunas de las “pasadas cómicas” de Rivas. Pasadas cómicas con las cuales Casanova pretende “aportar al conocimiento de la parte jocosa de la historia, y darle a los lectores no sólo la oportunidad de reír, sino también la de conocer o viceversa”.

Pero es principalmente a su padre, Rafael Casanova Morales, a quien el autor debe la mayor parte de los relatos, anécdotas, precisiones históricas y recreaciones de la vida rivense; vividas y atestiguadas a lo largo de mas de un siglo por varias generaciones, y que hoy conforman la sustancia y el corazón de este texto histórico literario, que hoy nos regala Casanova con el humor rivense característico. Y en este punto es interesante detenerse y subrayar cierta peculiaridad de este esfuerzo histórico-picaresco de Casanova, mezcla de rescate de leyenda popular, rescate histórico, recreación literaria de mitos populares y sistematización de la “cotidianidad histórica”, en el que, a través de la jocosidad y el humor con que casi siempre están construidos los cuentos, leyendas, tradiciones y ritos de costumbres de lo que oficialmente se llama “vulgo”, Casanova intenta insertar, con habilidad de literato, los referentes históricos, políticos y sociales ineludibles en el devenir de ese proceso cultural.

Eminentes investigadores que han tratado de interpretar la profunda vinculación de los grandes hechos históricos junto a sus secuelas sociales y económicas, con los textos literarios más importantes o “universales”, afirman que una de las estrategias más comunes para interpretar el presente es la invocación del pasado; invocación que a su vez se sostiene no sólo en los frecuentes desacuerdos respecto a lo que sucedió o lo que realmente fue ese pasado, sino también en la incertidumbre acerca de si ese pasado en realidad lo es, o si más bien constituye parte del presente, es decir, si continúa vivo quizás bajo distintas formas.

A la luz de estas ideas, y observando la intención de este libro de Casanova, probablemente nos percatemos de la vigencia de ese pasado en la tradición y en la cultura cotidiana y probablemente también nos expliquemos por qué ciertos textos de ficción, apoyados en la historia y que de alguna forma tratan de representar la vida política y cultural de nuestros entornos locales, insisten en concentrar su atención en la problemática implícita en el proceso de origen de la “verdad histórica”. El resultado es la constante confrontación con el discurso histórico oficial; lo cual nos demuestra que, en tanto se presenta como proceso escritural, la historia es inevitablemente cuestionada por estos textos narrativos que, pese a su naturaleza ficcional, se sustentan en eventos y personajes de la realidad.

“Desde Rivas con humor” es un libro que se agrega a la imberbe y aún magra tradición de la picaresca nicaragüense; o más bien de la “nueva picaresca” centroamericana. Desde la novela “En este mundo matraca”, de Franz Galich, en Centroamérica no se había escrito y publicado un libro de ficción que, siendo “serio” (porque tras la máscara de la risa se esconden las más mordaces críticas a los sistemas establecidos en nuestras sociedades y a la visión demasiado pacata, demasiado enmohinada que desde las clases medias hacia arriba se tiene de la vida y los pasatiempos de la gente sencilla de los pueblos), estuviese tan llena de inverosímiles aventuras y personajes festivos, ocurrentes, cuyos apodos son una mezcla de la vieja tradición popular latinoamericana de endilgarle a todo el mundo un sobrenombre, con la divertida y a ratos exagerada imaginación del narrador.

Así como en las aventuras de Tom Sawyer y de Huckleverry Finn el Missisipi es el personaje-marco de sus historias, o como en la novela de Galich el pueblo de Amatitlán, es el personaje principal; en “Desde Rivas con humor” el gran personaje central de todos los cuentos es la ciudad de Rivas: su cultura, sus personajes, su vida cotidiana, su entrañable e ineludible intrahistoria.