jueves, 8 de julio de 2010

Rivas y sus batallas: Entre mesones y confusiones

Rivas y sus batallas: Entre mesones y confusiones

A 155 años de la tea heroica de Mongalo


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Mucho se ha hablado de las batallas que le han dado la categoría de tres veces heroica a la ciudad de Rivas. Aunque al momento de hacer referencia sólo se menciona dos de estos acontecimientos: el del 29 de junio de 1855 y el del 11 de abril de 1856. La última batalla que constituyó la derrota decisiva de Walker, que se dio entre el 27 de enero y el 1ª de mayo de 1857, es hasta ahora un hecho poco conocido, poco mencionado a pesar de sus dimensiones.

Las primeras batallas

Mas las batallas de Rivas no son sólo las que conocemos a través de la enseñanza de los textos como las susodichas, sino muchas más, desde antes de su existencia como ciudad. El 18 de abril 1523, durante la expedición del conquistador Gil González Dávila, sus alrededores fueron escenario de un encuentro bélico, entre fuerzas del jefe Nicaragua (no Nicarao) y las tropas de este expedicionario, que se retiraba del territorio tras haber combatido con las fuerzas de Diriangén el día anterior. Según el mismo González, las hostilidades se rompieron a las 11.00 a.m. y terminaron al anochecer, y temeroso tuvo que retirarse aprovechando una tregua solicitada por los mismos aborígenes (Vega Bolaños, 1954 p.98-99). Es válido denotar que a pesar de que fue mucho más prolongado este combate, la mayoría de las versiones otorgan mayores dimensiones al encuentro que tuvo González (media hora) con Diriangén, y erróneamente siguen recalcando el inexistente pacifismo de Nicaragua.

La batalla por que el valle fuera villa

Hacia fines del siglo XVII, los habitantes de este territorio se enfrascarían en una nueva batalla que ya no era con armas, sino con recursos legales para que se les otorgara la calidad de Villa, en tanto ya el agrupamiento urbano denominado Valle de Nicaragua, llenaba los requisitos legales de la legislación colonial para ser considerada una Villa. La situación continuó hasta el siglo XVIII, y la delegación de vecinos logró ganar la batalla, sin embargo, para que se le otorgara el título, en Guatemala tuvieron que recurrir a una argucia, tal como fue la de incluir entre los nombres legales de la Villa el mismo apellido del Capitán General Francisco Rodríguez de Rivas.

De esta manera, se otorgó el título de Villa de la Purísima Concepción de Nicaragua y de Rivas el 29 de mayo de 1720. Lejos estaban de imaginar los vecinos que, posteriormente, el susodicho Capitán General Rodríguez de Rivas sería destituido de su cargo por actos de corrupción por las autoridades coloniales (Wortman, 1991, pp. 127-130); y que el nombre original de Nicaragua, que era un referente identitario, vendría con el tiempo a ser sustituido por el de Rivas. Es decir, que sus fundadores ganaron la batalla del reconocimiento como Villa, pero perdieron la batalla del nombre correcto por uno corrupto.

Las batallas del período de la anarquía

La importancia económica y estratégica de Rivas la convirtió en escenario obligado de las confrontaciones que siguieron tras la Independencia de 1821. Rivas fue el principal escenario de la Guerra de Cerda y Argüello, entre 1826 y 1829, y de otros sucesos como el fusilamiento de los colombianos Ruiz de Gutiérrez y Francisco Casanova, y la muerte del mismo De la Cerda en 1829. Pero hubo hechos poco conocidos, como las guerras anárquicas de 1845 y 1849, que se dieron en toda Nicaragua. Llamadas así porque fueron verdaderas luchas de clases entre grandes propietarios de tierras y comuneros indígenas y mestizos pobres, que lucharon, entre otras cosas, por preservar sus formas de propiedad comunal y ejidal usurpadas y codiciadas por los terratenientes.

El desenlace de estos acontecimientos se dio en Rivas a partir de dos fases: la primera, cuando el 3 de junio de 1849, masas enardecidas atacaron la guarnición del Gobierno, logrando el 15 de junio la toma del cuartel. Los rebeldes fueron encabezados por el general guerrillero Bernabé Somoza Martínez, quien proclamó el Gobierno de los pueblos en Rivas.

Los ejércitos unidos de León y de Granada (más de 1,000 hombres bien armados), encabezados por los caudillos Fruto Chamorro, de Granada, y Trinidad Muñoz, de León, marcharon contra la facción “enemiga del orden y la propiedad” en Rivas, la que ocuparon el 9 de julio. Somoza con su contingente reunido, superior al enemigo --pero superados totalmente en recursos y reservas-- decidió atacar por separado a los coaligados, y el 14 de este mes entraron por el Sur, La Puebla, a las 2:00 p.m., para enfrentar al Gral. Muñoz. Tras obtener un balance favorable en dos horas de combate, las fuerzas de Somoza se vieron afectadas por dos razones: la escuela militar de Muñoz que le impuso una incomoda pelea, y la llegada de los refuerzos de Chamorro a Muñoz. Esta batalla --que finalizó con la captura y muerte de Somoza y la ejecución de decenas de sus partidarios (Casanova, 1994, pp. 240-247)-- fue una de las más grandes del llamado “Período de la anarquía”.

Las batallas durante la Guerra Nacional

Estos hechos son más conocidos, y dos de ellos pasaron a formar parte de la simbología heroica de dos países. El 29 recién pasado 29 de junio, la primera Batalla arribó a su 155 aniversario, en ella, se destacó el joven maestro Enmanuel Mongalo y Rubio, a quien le correspondió darle fuego a la casa de Don Máximo Espinoza, donde estaban atrincherados los filibusteros, incluido el propio Walker. Un acontecimiento similar se dio al año siguiente, cuando los filibusteros en la señalada fecha del 11 de abril de 1856, se enfrentaron de nuevo en Rivas con los hermanos costarricenses, en este evento --según las versiones oficiales-- fue el tico Juan Santamaría quien le dio fuego al “Mesón” de Guerra. Más a nivel de los especialistas de este tema, es todavía objeto de controversias y confusiones.

El origen de ello lo determinó el hecho de que, a diferencia de Mongalo, de quien constan documentos originales sobre su existencia y su participación en los partes e informes oficiales (Palma Martínez, 1956, p. 88), en la bien documentada participación costarricense de estos sucesos no se hace ninguna alusión ni al hecho ni a Santamaría. Su nombre apareció varias décadas después de finalizada la guerra, en boca de veteranos de la campaña y de algunos periodistas ansiosos de localizar datos heroicos.

A pesar de todo, el Estado costarricense basado en estas fuentes orales lo proclamó Héroe Nacional, y como tal ha sido reconocido por la generalidad de los pueblos centroamericanos. Sin embargo, en la larga tradición oral de Rivas desde antes que apareciera el tico Santamaría, siempre se manejó que quien había dado fuego a la fortificación filibustera, fue un soldado de San Isidro Apataco, de Rivas, llamado Pedro Joaquín Rosales, quien además sobrevivió a la acción muchos años.

Esto se tornó más polémico cuando en Costa Rica se descubrió en un documento que el único soldado que tuvo el nombre de Juan Santamaría no murió en el Mesón como sostuvieron vehementemente los veteranos ticos, sino de “cólera morbus” en Liberia, Guanacaste, en 1856. Todos estos elementos de confusión no deben afectar el sustancial aporte que hizo el pueblo y gobierno costarricense de la época, determinante para eliminar la amenaza de Walker, aunque sí se deben hacer los debidos esfuerzos por aclarar de manera objetiva los hechos y darles su mérito --si lo tuvieron-- a personas que, como Rosales, han permanecido en el anonimato. No voy a referirme a la III Batalla que se dio entre enero y mayo de 1857 (la más prolongada y decisiva de la Guerra Nacional), debido a que sobre ella dedicamos en mayo de 2007 un artículo muy amplio.

Las Batallas del Siglo XX


El siglo XX encontró a Nicaragua en medio del proyecto liberal nacionalista de Zelaya iniciado en 1893. Las reformas modernas del liberalismo polarizaron a la sociedad nicaragüense de entonces. En Rivas, la clase pudiente del “centro” paso a la oposición, mientras que los de los barrios apoyaron a Zelaya, principalmente, los del populoso y antiguo barrio La Puebla se volvieron liberales.

Este barrio tiene, además de una población tradicionalmente combativa, las posiciones más estratégicas del área, colinas elevadas cubiertas de vegetación, como la histórica “Loma de Carazo”, desde donde se domina la ciudad, y redes de caminos y de callejones que facilitan tanto el acceso como la retirada de cualquier contingente armado. Los poblanos, al igual que otros rivenses, demostraron su fidelidad al régimen nacionalista de Zelaya en distintos escenarios de la geografía nicaragüense, hasta su caída en 1909.

En agosto de 1912 al producirse el conocido levantamiento del patriota, Gral. Benjamín Zeledón, en Rivas se produjo de acuerdo con los planes de los rebeldes, la entrada de “El Ruco”, Gral. Joaquín Argüello (de origen granadino) por La Calle Real de La Puebla, donde se concentraron los rebeldes liberales. Empero, las tropas del Gobierno conservador pro yanqui ocuparon la mencionada “Loma de Carazo” y otras posiciones.

Los combates se prolongaron durante varios días sin que los rebeldes desalojaran a los gobiernistas de esta colina, por lo que se vieron obligados a retirarse. El valiente Gral. “Ruco” cayó en desigual combate contra los chamorristas en Las Pilas, de Tola, terminando de esta manera la primera batalla del siglo pasado. Menos conocida aún, es la batalla que se desarrolló durante la Guerra Civil de 1926, en que también los rebeldes del bando liberal fracasaron en su empeño de tomarse la ciudad, utilizando una estrategia similar a la de 1912, y tras sufrir muchas bajas se disolvieron e internaron en Costa Rica.

El 3 de febrero de 1978, una treintena de combatientes del Frente Sandinista de Liberación Nacional, provenientes de Costa Rica, mantuvieron reducida desde las 2:30 hasta las 5:45 a.m., en el Comando departamental, a la guarnición somocista, y se retiraron en orden hacia la zona fronteriza, tras ocasionarle muchas bajas.

La última batalla, que sería como la anterior, contra el mismo sistema somocista sostenido por EE.UU., se inició un 29 de mayo en un aniversario de la fundación de la ciudad, y finalizó el 17 de julio de 1979 con la huida de la Guardia. Por razones de espacio y de tiempo nos limitaremos a realizar un esbozo de este último acontecimiento.

Siguiendo la tradición, los combatientes sandinistas provenientes de la vecina Costa Rica ingresaron por la calle principal de La Puebla, tomando posesión de los principales accesos del barrio, eran unos 47 jóvenes de ambos sexos que, en su mayoría, no alcanzaban los 18 años, como José Andrés Corea y Lidia Castillo, ”La Tania”, entre otros. El máximo responsable de la columna era un ex maestro de primaria incorporado a la guerrilla el año anterior: Álvaro Diroy Méndez, quien pasó a la historia como “Comandante Ezequiel”. Participaron algunos conocidos líderes juveniles, veteranos de otras jornadas, como Sergio Hernández “El Cusuco”, los hermanos Palacios, de La Puebla, a quienes acompañaba un experimentado guerrillero colombiano, integrado de lleno a la lucha por la liberación de Nicaragua: Ulises Colombia. De más está decir que la población se integró tanto a las escuadras como a las labores logísticas. Iban armados de fusiles de guerra, algunos cohetes RPG-2 y ametralladoras livianas. Por la parte este se introdujo otra columna para incidir sobre el área de Tola, al mando del también poblano César Gómez Araica, “Emiliano”, incorporado desde 1972.

Sus contendientes, casi un millar de efectivos GN, incluidas fuerzas elites de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI) bien pertrechadas con artillería, tanques blindados y aviación, estaban comandadas, primero, por el Cnel. Alesio Gutiérrez, y después por el Cnel. Franklin Montenegro. Actuaban estas tropas, además, en coordinación con las del “Comandante Bravo”, Pablo Salazar, que ubicadas en Cibalsa, La Virgen, trataban de contener al grueso de las columnas sandinistas alineadas en el Frente Sur “Benjamín Zeledón”.

Los combates se iniciaron el mismo 29 en horas de la mañana. Cuando fuerzas de la EEBI trataron de penetrar a La Puebla con el auxilio de un blindado, por la Esquina de “Las Tenorio”, los combatientes atrincherados en los muros de la Plaza San Pedro y los alrededores los enfrentaron. Ambas fuerzas hicieron derroche de valentía y de coraje hasta la temeridad, pero se impusieron al fin “los muchachos”, que lograron destruir la tanqueta de la Guardia e infligirle muchas bajas. Un segundo intento de penetrar al barrio, por parte de la GN, se dio en horas de la tarde, por el aserradero “El Sinfín”, en la parte este. El mismo fue rechazado con similares resultados.

Como observamos, la Batalla estuvo determinada primero: por los intentos de la GN por desalojar a los rebeldes de La Puebla, lo que propició otros enfrentamientos prolongados, como los combates de San Vicente, La Loma de Carazo, Los Casanova etc.; otro momento fue cuando, en la segunda semana de junio, los revolucionarios con el apoyo de la población civil pasaron a la ofensiva, y llegaron a tomar posesiones frente al mismo cuartel GN, desde el edificio de Telcor, cerca de donde fue el antiguo Mesón de Guerra. La GN, que controlaba las alturas del centro parroquial San Pedro, pudo resistir, sin embargo, sufrió muchas bajas.

Finalmente, los rebeldes se retiran de la ciudad y consolidan el control del departamento a través de dos nuevas victorias: el combate de El Asilo y la toma de San Martín el 21 de junio. En los días que siguieron, el control de la GN se redujo a la guarnición de Rivas y de Cibalsa, lugares donde permanecieron casi aislados y sometidos a un constante hostigamiento. La derrota total era cuestión de tiempo, cuando se produjo la huida de Somoza Debayle el 17 de julio. Al día siguiente se produjo la marcha repentina de la GN por San Juan del Sur, tras dejar el edificio del comando incendiado.

La última batalla de Rivas había terminado, los costos materiales y sobre todo humanos habían sido enormes, la ciudad quedó destruida. En la mitad de la población había por lo menos un deudo, de algunos de ellos nunca se conoció su tumba, valiosos combatientes como José Andrés Corea y Ulises Colombia dieron su sangre generosa en este nuevo afán libertario.

El anterior relato nos arroja un inventario de diez confrontaciones que se dieron en la ciudad de Rivas (desde la librada por el Cacique Nicaragua, en abril de 1523, hasta la más reciente entre mayo y julio de 1979). Las mismas fueron parte del protagonismo colectivo e individual que vino forjando la Nicaragua que hoy conocemos. En esta dirección es válido recalcar que los últimos acontecimientos, los más recientes, son los menos estudiados, por lo que es recomendable conocerlos, y en este afán se deben aprovechar los testimonios de muchos de los participantes que sobrevivieron a los hechos, de lo contrario puede pasar que se reediten más adelante las confusiones que todavía persisten con respecto a la quema del Mesón en abril de 1856.



Bibliografía y otras fuentes:

Bolaños Geyer, Alejandro. William Walker El predestinado. Managua, Textos escolares, 1999, 233 pp.

Casanova Fuertes, Rafael. Conflictos políticos y sociales entre 1845 y 1849 en Nicaragua. (Tesis Magistral inédita) San José, C.R. UCR, 1995, 380 pp.

Palma Martínez Ildefonso. La Guerra Nacional. México, DF. Imprenta Aldina, 1956, 645 pp.

Urtecho, Isidro. “Escritos Históricos”, en: Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano, Nª 88, Editorial Alemana, p. 52.

Vega Bolaños, Andrés. Historia de Nicaragua. Tomo I (Colección Somoza) Madrid. Imprenta Viuda de Gala Sáez. 1954.

Wortman, Miles. Gobierno y Sociedad en Centroamérica. BCIE, San José, C.R., 1991. 395 pp.

Zelaya Goodman, Chester. Enmanuel Mongalo y Juan Santamaría. Alajuela, C.R. Museo Histórico Cultural Juan Santamaría. 2004. 35 pp.

Testimonios orales sobre acontecimientos de 1978 y 1979 de: Fernando y Marco Antonio Casanova Fuertes, Fernando Martínez Toruño, Mercedes (varón) Obando, Jesús Pérez Peña, Guillermo Tejada Murillo.

* Historiador. Sala de Investigación de la Biblioteca del Banco Central de Nicaragua (BBCN).



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