martes, 20 de marzo de 2007

Los laberintos de la Historia y la Epopeya de la Insurreccion



Por: Rafael Casanova Fuertes

Días atrás el jueves 5 de enero del presente año “la Bolsa de Noticias” dio a conocer lo libros más leídos y comentados del año 2005. Una de las obras destacadas fue la “Epopeya de la Insurrección” del Gral. Humberto Ortega Saavedra, publicada en julio del mencionado año. Hacer una valoración exhaustiva de la misma es imposible en tan pocas líneas y en tan poco tiempo, por ello vamos a puntualizar desde nuestra perspectiva, algunos elementos que consideramos validos para destacar los principales aportes de la obra.

Creemos pertinente señalar antes de todo que la historia reciente de Nicaragua se presenta a veces como una especie de laberinto en donde cada quien busca su hilo conductivo sin terminar de hilvanar salida única. Esto es mucho mas marcado cuando se abordan hechos como la insurrección sandinista y los años ochenta del gobierno del F.S.L.N. hasta ahora los trabajos sobre la historia contemporánea son principalmente testimonios de los participantes, los que llenan el vacío de la falta de un trabajo investigativo, resultado de un colectivo de historiadores profesionales.

Durante los años ochenta la reconstrucción de los hechos, se caracterizó por ser sectaria, maniquea y mesiánica, lo que conducía en muchos casos – contra la lógica- a la tergiversación de los hechos. El objetivo central de estos materiales entre los que se incluyen discursos de la dirigencia era sobreponer el papel vanguardista del F.S.L.N. a lo largo de la lucha antisomocista. Todo esto pasaba por trastocar el papel de otros actores políticos, un ejemplo de ello es ver el surgimiento y desarrollo del F.S.L.N. no como un proceso histórico, sino como producto de la genialidad de sus principales dirigentes; se manejaban y se repetían axiomas como: “el F.S.L.N. surgió de una célula marxista estudiantil fundada por Carlos Fonseca”; la célula como se sabe era parte del PSN, que es la misma organización que envió a Carlos Fonseca a la U.R.S.S en 1957.

En estos pecadillos – en lo que pesaban además de lo señalado los perjuicios – incurrieron hasta intelectuales de la talla del Dr. Sergio Ramírez Mercado cuando en “ La marca del Zorro” borró de un plumazo la trayectoria socialista del Dr. Alejandro Dávila Bolaños, lo acomodó en las filas sandinistas (léase: Ramírez 1989: 38-39) como si esto constituye un demérito.

Por supuesto que esta practica condujo a serias distorsiones y confusiones que no se median en ese momento, en que había una fuerte polarizacion y de confrontación político- ideológico. Esa visión confusa de la historia condujo a conclusiones erróneas entre la población afectada por el atraso político- cultural heredado: normales fueron las siguientes expresiones. “ No hubo ningún partido que se opusiera a Somoza solo el F.S.L.N.”; “las masas populares se organizaron espontáneamente estimulados por las acciones del F.S.L.N.”; “en Nicaragua hubo sindicatos hasta después de 1979”; “ lo de Sandino fue continuado por Fonseca y no hubo nada más”, y cuando había que aclarar a

algún curioso cuando algo no encajaba en una descripción, la respuesta del “cuadro” más inmediato era: “ La Dirección Nacional no se ha pronunciado al respecto” y el problema concluía y la confusión continuaba.

Tales definiciones en la educación política fueron también aprovechadas por los detractores del proyecto para hacer aseveraciones unilaterales tales como: “el pueblo fue el que botó a Somoza realmente y el F.S.L.N. no hizo más que aprovecharse”; “el que botó realmente fue Jimmy Carter”; el colmo es que hasta un mitómano, dirigente de un micro partido de izquierda se atribuyó el “mérito” de haber aglutinado a toda la oposición y ser el artífice de la caída del somocismo en 1979. En este estado de cosas es válido anotar la tendencia que existe en nuestra psicología social o más bien en nuestra cultura política con poca serenidad y raciocinio al momento de calificar o descalificar a determinado actor político.

En los últimos años aun cuando se dieron valiosos aportes testimoniales poco se hizo en torno a aclarar hechos que fueron convertidos en Tabúes. En estas circunstancias es que la obra de Ortega Saavedra “la Epopeya de la Insurrección” sienta las bases para romper con los esquemas antes mencionados. Esta afirmación se basa entre otros en los siguientes criterios:

Primero: es el testimonio de uno de los principales dirigentes del F.S.L.N., gestor de la insurrección que permitió la caída de Somoza en 1979, es como se dice en la ciencia histórica, un testigo directo. Aunque hubo otro dirigente sandinista que escribió “La Paciente Impaciencia” durante los años ochenta esta obra circunscribe mucho alrededor del protagonista, hace uso excesivo del estilo literario, y deja fuera entre otras cosas a muchos protagonistas.

Segundo: rebasa las concepciones sectarias, sentando un precedente sobre todo cuando proviene de un dirigente del F.S.L.N., por primera vez asumen visibilidad , agentes colectivos e individuales en la reconstrucción histórica, sin ningún termino ofensivo ni peyorativo (propio del tratamiento que le daba el F.S.L.N. a los no sandinistas); un ejemplo de ello se puede observar en el capitulo I (entre las paginas 83- 93) cuando se refiere a la acción de Rigoberto López Pérez de septiembre de 1956 la presente como la reivindicación de una amalgama de movimientos políticos, sociales, y personalidades de distintos signos ideológicos (Liberales, Sacasistas, Liberales Independientes, Conservadores, Socialistas, militares Antisomocistas, Veteranos Sandinistas, etc.) que tuvieron incidencia en la lucha contra Somoza García.

En lo adelante son extraídos del anonimato destacados representantes del movimiento revolucionario No- Sandinistas como Nicolás Arrieta, Jorge Galo , Abdul Sirker, integrantes polémicos y controversiales del F.S.L.N. como Noel Guerrero Santiago, Fausto Amador Arrieta, Rodolfo Romero y Efraín Sánchez Sancho son sin prejuicio alguno incluidos en las filas sandinistas. Es muy interesante tratamiento que le da al dirigente y mártir opositor Pedro Joaquín Chamorro; al ser presentado tal como es, no es trascendente su origen de clase, ni su propuesta política sino que lo más importante, su posición de inclaudicable opositor y sus aportes -que caminan paralelo a la lucha del F.S.L.N.- para lograr el fin de la dictadura.

Tercero. Rompe con las concepciones mesiánicas, propias de la literatura histórica de los años ochenta. Los mártires, héroes, y fundadores del F.S.L.N. ya no son los divinizados y predestinados a cumplir una misión. Los protagonistas aparecen a lo largo de toda la narrativa como personas de carne hueso y parte de un proceso histórico que tienen sus posiciones político –ideológicas diferentes en el proceso que lleva a la fundación y desarrollo del F.S.L.N., un proceso que viene madurando en la medida en que evolucionan ideológicamente los individuos que conforman esta organización. Ejemplo en el capitulo III p.193 se plantean sin ambages las diferencias y contradicciones entre dirigentes como Oscar Turcios y Carlos Fonseca.

Cuarto: podemos destacar que es una versión integral y objetiva de la historia. Hay un esfuerzo notable del autor por abarcar los distintos aspectos que bordean la lucha política en la que se involucra personalmente. Los hechos económicos, políticos, la ideología, el arte, y la cultura; artistas, poetas, escritores, la iglesia, etc, todos estos elementos se insertan e interrelacionan con las luchas políticas y militares. La lucha interna y su vinculación a la coyuntura internacional, una gota en la historia del Laberinto –tal a como lo refleja su propuesta – eso es nicaragua y al final vemos como enuncia su propuesta política : los actores políticos en la Nicaragua actual deben de moverse hacia el centro, es decir, al centrismo, lo que debe de conducir a las distintas fuerzas políticas y sociales del país hacia un proyecto de nacion una salida donde tenga participación tanto la mayorías como el capital según el esta no es una teoría sino una salida pragmática que requiere el país para lograr su desarrollo.

Finalmente por aquello de que todo cuanto se construye no es perfecto vamos a señalar algunas imprecisiones y limitantes que valdría la pena ser tomado en cuenta en una segunda edición:

Primero: en algunos casos se carece de un hilo conductor que ubique el ingreso y final de algunos militantes como el caso de Francisco fuertes (p.186) “quien pasa a una clandestinidad cerrada en 1967”, y no aparece ni antes, ni después. En este caso se podría agregar: militante desde los tiempos de J.P.N.

Segundo: hay imprecisiones como el caso de la salida de Efraín Sánchez Sancho del F.S.L.N. y las divisiones del partido Socialista Nicaragüense: (la de 1967 y la de 1977). En el primer caso se produjo una división que terminó finalmente con el mantenimiento del P.S.N. como tal y una fracción que posteriormente en 1970 se convirtió en un micro partido: el partido Comunista de Nicaragua (P.C. de N.), y en la segunda si hubo una división exacta pero hay confusión (ver p.) cuando se hacen alineamientos de los dirigentes de ambas fracciones se les ubican erróneamente en el bando equivocado.

Tercero: aunque señalamos que hay un lenguaje muy cuidadoso y respetuoso, hay afirmaciones que además de sembrar confusiones no están apegadas a la verdad histórica; ejemplo. Cuando se refiere a Amada Pineda ésta no solo era una “señora respetada” sino también organizadora del Frente Femenino del Partido Socialista (de la zona) del cual ella era militante (p.258); con respecto a Catalino Flores se hace referencia a


“acciones vandálicas” a su iniciativa de romper hostilidades contra la Guardia Nacional; lo que comenzó con una exitosa emboscada contra la Guardia y terminó con el secuestro del terrateniente Blandòn.

En concordancia con ese tiempo histórico. Sus acciones fueron contra el sistema imperante, por tanto no son vandálicas. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Nicaragua F.A.R.N. fueron el brazo armado del P.S.N. y sus principales gestores fueron Abdul Sirker, Nicolás “El Coto” Arrieta a este esfuerzo se sumó Jacinto Baca Jerez y otros militantes sandinistas (p.170); la insurrección de Monimbó fue espontánea pero los primeros en tratar de darle cohesión y formar los comités fueron los dirigentes juveniles socialistas de Monimbó y Masaya, Julio Gómez Cano y Martín Cesar, este ultimo fuel el que a través de su conversación con Camilo Ortega lo reconoce como revolucionario con lo que se evita que sea linchado por los moninboseños (p.338-340); Emiliano Chamorro falleció en 1966 y no en 1975, es decir que tenia once años de muerto y no dos años (como se asegura en la p.305) en 1977.

Cuarto: hay hechos que por su relevancia no debieron ser omitidos, tales como “Las huelgas obreras de 1973, 1974, y 1975” ; la beligerancia del movimiento estudiantil; las conversaciones Ortega Saavedra –Sánchez Sancho en la Habana en 1975; los acuerdos FER- JSN de 1976. Por supuesto que ninguna de estas limitantes que señalamos afectan en lo absoluto la naturaleza de la obra, que constituye en si, misma un singular aporte para la historia contemporánea de Nicaragua. Digno de ser utilizado como referencia en la Educación Superior y de hecho se convierte en consulta obligatoria para cualquier interesado en esta temática

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