Mialmo, don Chale o las raíces de los
Jiménez en La Chocolata.
Mialmo, fue
sin saberlo la primera de su etnia, en retornar al mismo lugar donde estuvieron
sus ancestros, los misquitos, quienes según la tradición oral habitaron el
antiguo Istmo de Rivas hasta el siglo IX de nuestra era. Tiempo en el que los
invasores Oto-mangues más conocidos como
Chorotegas, los expulsaron del mismo, hacia el interior, del territorio. De
Mialmo nunca se supo su nombre original, ni de dónde provenía exactamente.
Carlos Jiménez, su cohorte, era quien lo sabía, fue él quien la sustrajo desde
la cotidianidad de su natal aldea
misquita, cuando en su juventud fue a buscar ventura a los campamentos huleros del Atlántico. Fue él, quien le raptó su joven corazón y su
físico, para traerla hasta las
cercanías de Rivas. Llevó el apellido de su varón y fue bautizada
a la fe católica, con el nombre de Lucía, a fines del siglo XIX en Rivas,
falleció ya anciana allá por los fines de los años cincuenta.
Mialmo le
llamaron los vecinos y conocidos, de la comarca La Chocolata, porque ella nunca
llegó a dominar la fluidez del
castellano y saludaba a todos con un trato cariñoso y en lugar de decir mi alma, les decía “mi
almo”. Se ganó el cariño de todos no solo por su trato amable y amistoso, sino
también porque hizo gala de sus conocimientos en medicina natural, el cual puso
a disposición de la comunidad.
De su unión
con Carlos Jiménez le nacieron varios hijos, pero solo sobrevivió Sinforoso, el
patriarca de los Jiménez de la Chocolata, quien con Susana Guadamuz, le dio
origen a esta numerosa prole, crecida en
una extensa huerta, llena de árboles frutales y cariño. Entre ellos, Carlos, el
popular “Papa Chale” célebre por sus conocimientos autodidactas. Pero la más
destacada fue Lucía, a quien le dieron este nombre para recordar el nombre
cristiano, de su abuela.
Lucía, la curandera.
Lucía Jiménez
Guadamuz, fue nacida en el año de 1924, tuvo a su vez dieciséis hijos, varones
y mujeres, constituyendo un matriarcado, en la antigua casona de madera de Don Sinforoso. Lucía fue quien heredó las
habilidades medico-naturistas de su abuela y su casa fue un peregrinar de pacientes, algunos de
los cuales habían sido desahuciados por los médicos del departamento, incluso
de Managua. De esto daban testimonio fiel, muchos de los salvados: a mi
mujer le dieron un mes de vida en el
hospital -recordaba Félix Delgado, vecino de El Retén- un asma
crónica, pero la Lucía Jimenez, me la paró con un bebedizo, allí está mi mujer
viva, yo de gastar con los médicos, ella nada me cobró, pero yo le reconocí
algo. Lucía nunca se jactó de sus habilidades y aceptaba una paga
voluntaria muy modesta, fue una nieta digna de Mialmo.
Un paciente de
la Isla de Ometepe, contaba con mucha vehemencia: a mí me salvó la vida
una señora muy hermosa, morena de pelo crespo que Dios me la puso en el camino,
me senté a la par de ella en el bus que iba para Managua. Ella me dijo que era
de La Chocolata, que se llamaba Lucía y cuando yo le conté que yo estaba
desahuciado, porque me había tragado accidentalmente un cuarto de formalina, ella
me dijo si usted me hace caso va vivir más que yo. No haga caso a eso que le
dijeron en el hospital y me
instruyó, como debía de tomar y comer la
papaya con todo y cáscara, que así mis ulceras iban a curarse. A la vuelta de
seis meses que susto el de los médicos, al ver que las úlceras en el
estómago habían sido reducidas a la
mitad. Así me curé, comiendo y bebiendo papaya,
a esa señora le debo la vida.
Las
andanzas del Manco o el Pájaro azul.
Pero
quizás Lucía jamás se imaginó, que iba a ser protagonista de hechos que aunque
trascendentes, no han sido registrados por la historia. Esto fue debido a que entre sus hijos, hubo uno, que primero iba a descollar por su hiperactividad,
la cual volcaría en diversas travesuras juveniles. Posteriormente, el travieso,
volcó su energía, en la actividad revolucionaria, este fue Rubén, quien sería
apodado en Rivas como el Pájaro Azul y en Managua como el Manco.
En cierta ocasión, el mismo Rubén le relataría al autor y a otro militante lo
siguiente: Yo vine a Rivas, por lo que venimos todos, con ansias de
superación y no quedarme recluido en el atraso de la Comarca, estuve en la casa
de un padrino, con la idea de estudiar,
pero, la ciudad tiene sus trampas y por allí anduve, haciendo hasta cosas no
correctas. Pero un día, encontré a una
persona que me cambió y cambió mi sentido de la vida, ese fue Manuel Domínguez,
en ese entonces dirigente sindical y el jefe del Partido en Rivas. El me enseñó
lo que ahora conozco, que había que
luchar por la transformar la sociedad y crear un sistema justo distinto al
sistema capitalista, que por supuesto era el sistema socialista. Él me dijo para cambiar el
sistema compañero, tiene que empezar por
cambiar usted mismo.
Este relato lo hizo en cierta ocasión que departimos fuera de una
reunión,- No hombre -nos decía- si ustedes tienen ventajas
con respecto a mí, más jóvenes llegaron frescos
a la Juventud, hay un camino por delante, la organización partidaria es
muy importante, te cambia es una nueva actitud ante la vida.
Eso fue
allá, por los inicios de los setenta, cuando ya él nos visitaba por parte del
Ejecutivo Nacional de Managua. Nos narró en esa ocasión, que tras un largo
proceso de estudio y pruebas, fue propuesto para ser militante: fue muy
emotivo yo tenía dudas de ser aceptado, fue en una reunión en casa de Manuel
Domínguez, yo andaría por los 18 o 20 años, eso fue allá por mediados de los
sesenta. Allí estaban Chico Álvarez, Rolando Bello, Bejarano, Chávez, que se deben de acordar de ese día.
Las andanzas revolucionarias de Rubén dejaron de ser secretas,
cuando en junio de 1969, tras un violento tiroteo, en el Barrio Larreinaga, en
Managua, fue capturado, acusado de ser miembro de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Nicaragua (FARN) y de estar por tanto involucrado en sus
actividades. Noticia de primera plana en los diarios nacionales del País y su
fotografía, apareció junto a los involucrados
en el secuestro del Terrateniente chinandegano Aquileo Venerio Plazaola.
Al poco tiempo apareció la foto de su madre, Doña Lucía en el diario La Prensa,
reclamando la presentación de su hijo ante los tribunales. Esto, a pesar
de que resistió las torturas y no
confesó, le costó una larga carceleada, que se extendió hasta el año siguiente, le aplicaron la llamada ley Quintana, seis
meses por conspirar contra el Estado. Las FARN fueron en su momento la primera
experiencia militar del Partido Socialista y Rubén, fue uno de sus principales
militantes en Rivas, posteriormente fue trasladado a Managua, que es donde fue
capturado.
Volviendo al relato, es
necesario señalar, que esta relación, personal y política, fue extensiva hacia otros miembros de la familia Jiménez, desde 1970 estaban involucrados, Carlos
Jácamo Jiménez, primo de él, supe que en Managua se involucró Norma, hermana
del mismo. Posteriormente en la medida que vinieron creciendo se vino metiendo toda la jimenada: Francisco, Manuel,
etc. De esta manera al realizar algunos contactos con Rubén él pasa en calidad de responsable del Seccional
Departamental, también conocí a su mamá, a la matriarca Lucía Jiménez. Al poco
tiempo conocí sus dotes de conspiradora y que ella estaba integrada también
apoyando a sus hijos, utilizando a la vez sus movimientos como curandera.
Con ella me sucedió un incidente bien gracioso:- Mirá
Casanova, yo sé que no le vas a decir a
tu papá que estuviste aquí, pero necesito que me compres un comal, igualito a ese que se me quebró, a ese -me
dijo- mientras señalaba con el dedo. Tu papa me lo podría traer, pero ya te
dije porque no, entonces me lo dejás donde la Margarita mi hermana allá en
Campo Verde y cuando Chico venga para
acá, él me lo va a traer.
Ella estaba clara de que mi padre, quien pasaba constantemente,
por la calle de La Chocolata, en sus negocios de compra y venta de ganado, era
ajeno a mis ajetreos revolucionarios. La
cosa no paró allí, tiempo después en una visita a Managua, en que me vi
obligado a ir a la casa de Ruben en la hoy Colonia 10 de junio, me dijo
la Ena, hermana de Rubén, -por qué será que mi mama a uno de los comales,
le dice Casanova, -mira Ená, pásame a Casanova y a que le dice Casanova,- le
pregunté- a ese comal nuevo apurate. Riéndome
le respondí:- parece que es costumbre de Rivas, mi papa le compro una
yegua a un don Cornelio y a la yegua solo Cornelia le dice. Como yo fui quien
le compró el comal, lo bautizó con mi apellido.
La Benigna Mendiola en La Chocolata.
En cierta ocasión, Rubén me
mandó un recado, con uno de sus hermanos, al pasar por Campo Verde, esto era,
que llegara a su casa allá en La Chocolata, el hermano me recalcó la urgencia. Eso fue allá por
1974, esto era factible para mí porque tomaba un caballo y me iba a dejar las
vacas a la finquita de mi papá por la mañana y seguía de paso para la casa de Rubén, porque yo estaba en el
turno vespertino del Rosendo López y podía aprovechar la mañana. Cuando llegó, allá
de largo miro a Rubén y mientras desmonto veo una cara como conocida,
una mujer como de unos treinta años, con los fuertes rasgos físicos de la
tierra, delgada de rostro achinado, el largo cabello negro amarrado con
trenzas, ella atendía a dos niños, en el patio de la casa. Tras los saludos a Doña
Lucía, Rubén, aparte me dijo: -Ayer
vine de Managua, necesito que hables con doña Cela, para que
hable con tu mamá, tengo que pasar a esa mujer al otro lado, no tiene clavo, es
un volado. Bueno -le dije yo- hoy voy a pasar por donde ella y
ella, hoy mismo hablará con mi mamá, así que vos podés pasar mañana. Mientras
me bebía una cumba de tiste, que
diligente ya había preparado Doña Lucía, pensaba- este Rubén la conspiración y sus cosas, que la mujer no
tiene clavo.
Nomás acabé el tiste, monté en el caballo y mientras cabalgaba
sobre el polvoso camino rural, me llegó una chispa a la memoria. Jodido dije
para mis adentros, si esta es la Benigna Mendiola, la mujer del difunto Bernardino Díaz Ochoa, quien días atrás había
salido denunciando la persecución y amenazas contra su vida allá en La Tronca, Matagalpa y no tenía clavo, hoy
todavía cuando me acuerdo, me da risa.
El hecho de que yo le dijera primero a Doña Cela Cedeño madre del militante
Rubén Pasos Cedeño y esta después a mi madre Leda Fuertes, era parte también
del mecanismo conspirativo, ya había funcionado así en otros casos, Rubén le
dejaba a la persona a Cela y después las
dos señoras la hacían pasar como un
familiar y obtenían un permiso para ir a
la Cruz de Guanacaste. A mi madre le
facilitaba la cobertura entre otras cosas de ser la prima cuñada del mayor
Justo Pastor Fernández y un oficial GN ex subordinado del mayor se complacía en
hacerle ese favor a mi madre. De esta manera se pasó a varios “compas” por la
guardarraya de Peñas Blancas, en las propias narices del aparato represivo.
La cosa no pasó a más pero después supe por doña Cela que Rubén no
había llegado, que ella hizo lo suyo. Yo le dije que no sabía, pero que algo
debe de haber surgido y así lo dejamos.
O se entendía que la solución había salido de otra manera. Como menudeaban mis
viajes a Managua, después de una reunión me encontré a Rubén y al indagarlo,
sobre el porqué no había llevado a la mujer. Hombre salió por otro lado no hubo
clavo, me explicó y allí nomás hablamos de otras cosas. Tiempo después, en los años ochenta, en un casual encuentro con
Rubén, la explicación salió de él, hombre me dijo- decidimos sacarla por otra
vía, ya que estuve pensando, que como era un rostro conocido y podía haber
clavo por Peñas Blancas, podía quemar a Doña Cela y a tu mamá, que me podían
ser útiles más adelante. La solución vino con mi mamá, ella conocía bien el
camino, y la puso hasta en La Cruz, a ella y a los chavalos, allí la montó en bus
que la llevó para dentro de Costa Rica. Entonces le pregunté yo: esa mujer era
la Benigna, yo la conocí al pencazo verdad.- Si hombre ella era-, a mi me
la endosó el Partido para que la sacara, pero vos sabés ya la Benigna como otra gente, estaban con un
pie en el Frente y otro en el Partido. Aunque te voy a aclarar que cuando se
dieron cuenta que yo conocía esos caminos a mí me tocó pasar a gente del Frente
y del Partido de Nicaragua, para Costa Rica y de Costa Rica a Nicaragua.
Allí estuvo de por medio
una lógica, en la que hay que tomar en cuenta el valor de Doña Lucía, para
asumir esta tarea, y segundo que disimulaban mejor dos mujeres, de aspecto campesino caminado
con dos niños, en la zona fronterizo, con la cobertura de visitar a un pariente
por los puntos ciegos como se acostumbraba. También tuve conocimiento después,
que Rubén había pasado de este modo a Carlos Fonseca en 1968, que era una ruta de llegar a San
Juan del Sur desde la Chocolata, y de
San Juan del Sur a Ostional, en un vehículo de pasajeros; y de Ostional, se
llegaba a una comarca llamada El Pochote, desde aquí se partía hacia un punto
ciego y se penetraba a territorio costarricense. La tarea, no era tan fácil,
los caminos estaban infestados lo mismo, que de jueces de mesta, confidentes
GN, que de las mismas malas calañas que pululan en las fronteras hasta los tiempos actuales. Pero personas
como Rubén y doña Lucía sabían como moverse, en estas zonas.
Ellos hicieron posible el paso de muchos compañeros y recursos,
que permitieron el triunfo revolucionario, ellos al realizar esta labor, cuando
la victoria estaba muy lejana, no esperaron premios de ninguna especie,
actuaron por convicción. No aparecieron reclamando nada, ni durante el gobierno
revolucionario de los años ochenta, ni con la derrota de 1990.Cumplieron con lo
que consideraron su deber e hicieron lo que tuvieron que hacer por la causa, un
sistema más justo, que hoy favorece por igual a las nuevas generaciones de
nicaragüenses. Al igual que ellos, muchos de estos militantes sin carnet,
siguen ocultos en el anonimato y es nuestro deber desde estas líneas, dar
conocer esos detalles, que también siguen ocultos.
Muy recientemente, el miércoles 16 de julio del corriente, dejó de
latir, allá en su natal Chocolata el corazón de esa gran matrona Lucía Jiménez
Guadamuz y tenemos conocimiento que fue acompañada, en sus exequias, por gran
cantidad de amigos y familiares. Quien escribe, un amigo de la familia, un
compañero de lucha de Rubén, estuvo
imposibilitado de asistir a las mismas,
por encontrarse fuera del país, le dedica este trabajo a ella y sirva el mismo
como un sencillo homenaje, a quien se merece ser recordada, tal como fue dentro
de su sencillez: una gran madre, para sus hijos, una gran abuela para sus
nietos, una gran amiga para sus amigos, la “curalotodo” que con sus
conocimientos salvó muchas vidas, la humanista, que no solo entendió que había
que acabar con un sistema injusto, sino que también, intervino y puso su grano de arena para el
logro de la victoria revolucionaria, ese 19 de julio de 1979.
Finalmente quiero terminar citando textualmente un fragmento de
las palabras, que desde Los Ángeles,
California, le dedicó el mismo Rubén en las
que expresa, lo que fue Lucía a lo largo de su fructífera vida.
…No dejaste nunca solos a tus hijos y como
ellos, pusiste tu granito de arena, en las actividades contra el Régimen de los
Somoza, tu caserón de madera en La Chocolata, fue refugio de combatientes,
punto de contacto, para ajetreos revolucionarios en Rivas, o el paso obligado
de quienes iban en misiones -o a refugiarse- por los puntos ciegos de la
Frontera Sur, hacia Costa Rica.
Tú misma, corriste riesgos, cómo no
recordar aquel mes de junio de 1969, en que apareciste en La Prensa, reclamando
públicamente, que se me presentara ante los tribunales, cuando tras mi captura violenta allá por el barrio Larreinaga, los esbirros me negaban
el Habeas corpus. Como no recordar cuando vos misma en el año 74, protegiste y
trasladaste a Benigna Mendiola, la viuda
de Bernardino, y a sus pequeños hijos, por esas mismas veredas, hasta Costa
Rica.
Fuiste aliento y estímulo de los compas
que anduvimos en esa gloriosa época, algunos sobrevivientes te quedaron
llamando “La agüela” y admiraban abiertamente tu valentía. ¡Madre siempre solidaria
y comprometida, con las causas justas en tu barrio y más allá!...
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