martes, 26 de octubre de 2010

El libro de Tributos de la Provincia de Nicaragua (En los años de 1662 y 1692)



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Depositados y resguardados en el área de patrimonio de la Biblioteca del Banco Central de Nicaragua (BBCN) se localizan documentos inéditos y de singular importancia histórica, tal como: El Libro de tributos de la Provincia de Nicaragua en los años de 1662 y 1692, que consiste en un documento impreso de 394 folios correspondientes a 394 páginas. Es válido señalar que también existen copias del mismo en buen estado).

Fue una realización de Luis Cea Cuadra y consiste en la trascripción paleográfica del manuscrito original -que también es parte de la documentación original de la BBCN: Tasación de Tributos de los Pueblos Indígenas de la Provincia de Nicaragua entre los años de 1662 y 1692. Este último consta de 208 folios (tamaño legal). No existen datos sobre su proveniencia.

Lo localizamos en el patrimonio junto a otro documento del siglo XVIII. Su importancia reside en que es una descripción de las comunidades indígenas del territorio que en esa época se consideraba la Provincia de Nicaragua que estaba bajo el dominio español, es decir el actual Centro–Pacífico Norte, además, la actual Provincia costarricense de Guanacaste, perteneciente en esa época a la jurisdicción política de Nicaragua. Por lo tanto, están ausentes las comunidades del Atlántico que estaban bajo el control o influencia de Gran Bretaña.

Contenido del documento

El Libro de Tributos de la Provincia de Nicaragua en los años de 1662 y 1692 tiene un referente originario: según sello que aparece en sus páginas perteneció a la Biblioteca privada del señor Enrique Pichardo y fue obtenida por la BBCN en 1981. Aun cuando en su título tiene como comienzo el año de 1662, no aparece ningún acta tributaria de ese año, y se desconoce la razón por la cual da como iniciada las actas en dicha fecha; la primer acta realizada en su transcripción aparece fechada el 24 de abril de 1677 y la última en enero de 1692.

Otro elemento de aclaración es que hay vacíos producidos sin duda por la conducta inescrupulosa de quienes sesgaron las páginas de la 41 a la 47 y de la 241 a la 248, faltando por lo tanto los datos de Chinandega y Jinotepe respectivamente. Hechos que parecen haber ocurrido mucho antes de pasar a ser parte del patrimonio de la BBCN, porque su empastamiento no revela mutilación reciente.

En el futuro se podrían completar con un agregado, pero por supuesto con la responsabilidad de otro investigador y paleógrafo. El trabajo, que fue una propuesta de publicación del autor y tiene como año de edición 1948, aunque tiene un índice, carece de introducción y prólogo; su transcripción fue mecanografiada. Tanto el documento como las copias son legibles y están en buen estado de conservación.

Hemos extraído un listado de las 63 comunidades y las 83 parcialidades que algunas de estas comunidades comprendían. En el caso de las primeras hemos colocado el número total de tributarios correspondientes a los años de 1685-1686 para las comunidades del Occidente, Oriente y el Sur, salvo el caso de los pueblos de Nicoya cuya tasación, asentada en ciudad de Guatemala en 1690, fue realizada en el año de 1677.

En las comunidades del Norte- Centro sus resultados también fueron producto del trabajo realizado en los años 1677 y 1683; colocamos la cantidad de habitantes correspondiente a cada comunidad. Es válido recalcar que es una tasación de tributarios y no un censo poblacional, por lo que se carece en las actas del ingrediente mayoritario, que son los niños. En el caso de la segunda nos limitamos a colocar las parcialidades pertenecientes debajo de las comunidades a las que pertenecían jurisdiccionalmente. La comunidad de El Viejo, como veremos, tenía 13 parcialidades: Subtiava 11 y Xalteva 5. Otras por el contrario, como la de Momotombo, estaban en proceso de desgaste (10 tributarios) y por su ubicación geográfica no comprendían ninguna parcialidad.

Los censos en las comunidades y parcialidades era un proceso que involucraba a las autoridades provinciales y por supuesto locales de las comunidades; las primeras enviaban la documentación a las autoridades de la Capital de la capitanía a ciudad de Guatemala, el encargado de consolidar legalmente estas actas fue -en esta época- el Oidor Real Antonio de Navia y Bolaños. Estas precisaban el número de nuevos tributarios a partir de los 17 años (varones) y los 15 años (mujeres), así como las bajas que eran, además de los fallecidos, quienes dejaban de pagar tributo por invalidez o mayoría de edad (50 años las mujeres o 55 años los varones), según lo prescribía la ley tributaria.

Algunas comunidades solicitaban una actualización de las tasaciones porque la disminución de los tributarios por distintas razones, hacía recaer el tributo sobre los activos. Esto fue causa de muchos problemas con los rezagos en los pagos de tributos a lo largo del dominio colonial.

Por estas razones las comunidades solicitaban la actualización de las tasaciones como fue el caso de los vecinos de la Comunidad de Managua, que solicitaron una nueva tasación en 1691: “aviendo visto los auttos de la nueba cuenta y padrón de las siete parcialidades de que se compone y están inclusas en el pueblo de Managua fha con conición de la R.L (Real) Audiencia a pedimento de los yndios por disminución por el Mre. (maestre) de Campo don Gabriel García Bravo de Oyos Gobernador de ella y lo respondido por el señor fiscal dijeron que mandaban…”( Cuadra Cea 1948. p.381)
En lo adelante aparecen los detalles descritos en número y condición de los tributarios, especificando su disminución de 731 tributarios en 1685 a 637 en 1691, por lo tanto su carga tributaria debía disminuir. Los tributos consistían por lo regular en cargas de telas y otros productos artesanales, cargas de maíz y frijoles. Es decir son un indicativo de la actividad económica y especialización de cada comunidad en el ámbito productivo de la época.

Aportes de la Obra

Si bien obras como los 17 tomos de Andrés Vega Bolaños (Colección Somoza) hicieron aportes como la publicación de originales, Cea Cuadra nos deja una especie de inventario sobre las comunidades del siglo XVII, que es de obligada consulta para quien trabaje o investigue el periodo colonial.

Las tasaciones son consideradas como fuentes básicas para conocer aspectos tales como las actividades económicas, población económicamente activa, edad y género de la misma; las variaciones étnicas debido al ingreso de otros componentes raciales como el mestizo, el mulato el zambo y las entremezclas a través de matrimonios.

Se observa que las uniones matrimoniales entre la población indígena eran principalmente endogámicas y de escasa mezcla con otras razas. De un total de 6.314 adultos de ambos sexos (registrados como tributarios) en 29 comunidades, tan sólo se registran 69 matrimonios fuera de las mismas (comunidades). En proporción, estos 69 correspondían a: 35 mestizos, 24 mulatos, 9 negros y 1 zambo.

Otra observación que puede desprenderse de aquí es que la mezcla de mestizos es más o menos similar en género mientras que en el caso de los negros y mulatos es más de varones con mujeres indígenas. Por lo que se puede comprender que la afluencia de esta etnia además de disminuida con relación al Caribe español (Cuba, Rep. Dominicana, etc.) fue mucho más masculina que femenina, por lo que recurrieron a unirse con mujeres indígenas, no sólo dando origen al zambo sino a una asimilación por parte de sus descendientes, de la predominante cultura mestiza- indígena, atenuando con el tiempo sus raíces africanas.

Esta puede ser una de las conclusiones para que no se presenten, como en otros países, rasgos pronunciados de la cultura negra en el Pacífico-Centro nicaragüense, a como se expresan claramente en la Región Atlántica del país, nivel de las minorías descendientes de esclavos negros traídos por los ingleses en el siglo XVII.

Un aspecto que puede destacarse, es que aún con todo el proceso de deterioro demográfico de la población indígena, los datos revelan que ésta había experimentado un proceso de recuperación con relación al siglo XVI. Si en el año de 1558 habían 8.000 personas, entre 1662 y 1692, casi 150 años después, la contabilidad de más de 11.000 individuos adultos, entre tributarios y reservados demuestra un aumento considerable. Si se hiciera un estimado que incluyera a toda la prole (niños, etc.), esta podría ser mayor de 50.000 personas; lo cual se va a producir de forma más amplia -como lo comprueban los estudios de Romero Vargas- en el siglo XVIII.

Válido es destacar que en el inventario no aparecen comunidades como Tipitapa, que existían por la época, o comunidades como Veracruz del Zapotal, Nahualapa y otras que sobreviven en la actualidad; por lo que estudios posteriores sobre las mismas comunidades deben aportar más al respecto.

El mestizaje

Otro elemento digno de destacar es el proceso de ladinización, entendido este término como el proceso de mestizaje físico y cultural, que abarca desde el indio desarraigado de su identidad, el mestizo de blanco y español, el mulato de blanco y negro africano, el negro liberto y las entremezclas de todo lo anterior.

Algunos especialistas en Centroamérica incluyen como ladino hasta al blanco pobre que llegó como inmigrante, al darse el crecimiento demográfico y los problemas sociales en la península. En el caso de estas comunidades este proceso camina más gradual en unas comunidades que en otras. En las comunidades del Sur y el Oriente el proceso de ladinización fue mayor que en las del Centro-Norte. En ello incide por ejemplo la proporción de uniones con negros, mulatos y mestizos en Xalteva (se contabilizan 9 uniones con negros y mulatos, en una población de 420 adultos). El “pringue” de igual modo invadía algunas poblaciones del Occidente, en contraste con poblaciones del Norte en donde la mezcla muy atenuada se dio con mestizos, pero en su mayoría se conservó pura.

En el Sur hubo una tendencia cada vez mayor a la disminución del elemento indígena en beneficio del mestizaje, dado que esta parte del territorio fue una de las más afectadas por la disminución violenta de los indígenas en el siglo XVI y la ubicación posterior de los dos enclaves de mano de obra africana: Nandaime y Belén del Obraje de Rivas. En la disminución de las comunidades incidían no sólo las enfermedades y fallecimientos, o las mezclas con otras razas, sino el hecho de que los sobrevivientes tenían la obligación de asumir los rezagos y los aumentos, como lo ilustra el caso de Managua a inicios del siglo XIX: “los indios alegaban no poder cubrir la nueva cuota decretada por la audiencia ; pero como se les exigía gubernativamente el pago de tales cargos, huían a las montañas dispuestos a abandonar el pueblo, y establecerse donde no los alcanzara el rigor de los empleados fiscales (Halftermeyer 1946,p.11)
Es decir, que se desarraigaban de su identidad, pero eso no significa que se mezclaban, como se entiende comúnmente el mestizaje. Al no tener posibilidades de retornar al pueblo, se ladinizaban, huían a las montañas. Ellos o sus descendientes se introducían a chacras rurales o a la periferia de las poblaciones españolas, y negaban su identidad para sobrevivir.

El mestizaje cultural en la época de la dominación española implicó arrancarle su sistema de creencias y valores prehispánicos, pero la población si bien adoptó los ritos básicos del catolicismo, también le imprimió sus propias prácticas prehispánicas, en el sistema de organización de cofradías, en las danzas religiosas, las rozas, los pedimentos, etc. También la dominación española logró eliminar paulatinamente las lenguas originarias, pero la resistencia en esta dirección permitió que gran cantidad de toponimias se conservaran, superando incluso a las de origen hispano, basta ver el nombre de las ciudades cabeceras, municipios, comarcas, etc. en el territorio.

Pero más que eso, gran parte del habla popular y cotidiana esta llena de palabras provenientes de las lenguas originarias, o se da el caso que algunas palabras aparentemente de origen castellano tienen sus raíces en las lenguas originarias. Cuando por ejemplo alguien pasó en estado de embriaguez, se dice: pasó “socado”, que proviene del nahuat: soquit, que significa ebrio, a lo que le agregaron el sufijo “ado”.

En el mestizaje físico, es evidente que en el fenotipo del nicaragüense actual, predominan los rasgos indígenas por encima de otros ingredientes étnicos. A los antropólogos les queda el reto de definir qué otros elementos de lo cultural provienen y se preservan de ese universo aparentemente perdido; el lado indígena de nuestro mestizaje.

Hoy cuando se habla de contraponer el día 12 de octubre como de la Resistencia indígena, mestiza, negra y popular, al adocenado “Día de la raza”, se deben utilizar de forma efectiva todos estos recursos de información que incidan en el fortalecimiento de valores que son intrínsecos en la Nicaragua multiétnica que orgullosamente ostentamos. Sólo así tendremos una conciencia sólida de nuestra identidad como pueblo y nación.

Consideramos que la obra de Cuadra Cea, con independencia de los objetivos que tuvo el autor en su momento, merece ser extraída del anonimato y ser dada a conocer -en su momento-, no sólo a la comunidad científica, sino a la comunidad en general, para que su estudio y reflexión incidan en el rescate de las raíces de la identidad mestizo indígena de los nicaragüenses.

Octubre no sólo debe de ser para conmemorar, sino para reflexionar y trazarnos estrategias en, por ejemplo, el inventario de comunidades que presentamos. Éstos no sólo deben consistir en el repaso del nombre de cada una de estas comunidades, sino tratar de remitirnos de una forma más concentrada en los espacios en donde dejaron sus huellas nuestros abuelos. Como colectividad en general tenemos no sólo el deber, sino el derecho de conocerlos más íntimamente en todas sus dimensiones.

Rafael Casanova Fuertes
www.casanovahistoria.blogspot.com